Frases de Erasmo de Roterdam
Erasmo de Róterdam, fue un filósofo, teólogo y humanista de origen neerlandés, nacido el 28 de octubre del año 1466, quien en vida realizó diferentes obras escritas, además de actos significativos que le hicieron con un nombre en su momento.
Murió el 12 de julio de 1536, y a pesar de no ser tan famoso, sigue siendo mencionado por su papel en las áreas que se desempeñó, por lo que debes conocer sus frases.
Frases de Erasmo de Róterdam para reflexionar
Abominas el nombre del diablo, y en oyéndole te santiguas, y eres tú mismo aquel diablo que aborreces.
Ahora bien, si hay algo en la vida humana que conviene afrontar con vacilación y que incluso se debe evitar, conjurar y mantener lejos por todos los medios, es sin duda la guerra.
Cada uno favorece su partido, aunque sea tal el crimen que no se pueda defender con razón.
Después de las riquezas tienen en mucho la nobleza que llaman de linaje. ¡Oh, nombre vano y de burla si no te acompaña virtud!
La mente humana está formada de tal manera que es mucho más susceptible a la falsedad que a la verdad.
La pugna es constante entre hombre y hombre, de uno con cualquier otro; ningún pacto es lo suficientemente firme entre los hombres.
En la guerra, para vengar la afrenta de unos pocos y a veces de uno solo, afligimos cruelmente a tantos miles de hombres que no se lo merecen.
Dios nos dio a entender lo que el apóstol Santiago nos enseña en una epístola, que todo hombre sea presto para oír; y tardío para hablar.
Hay quienes suscitan la guerra por la única razón de poder ejercer más fácilmente por esa vía la tiranía sobre sus súbditos.
El consultar las cosas no es sino un tardar; no para las hacer de presto, sino para hacerlas a su tiempo.
El murmurador a todos los cuerdos es aborrecible, porque cada uno se teme de él, y piensa que otro tanto dirá de él en ausencia, como dice de los otros.
Dicen que se acrecienta el reino si se gana un lugar o una señoría para que se ponga después en las cartas: Señor de tal gente. Y no miran con cuántos robos de sus súbditos, con cuánta sangre, con cuántas viudeces y orfandades se compra aquel palmo de tierra que ganan.
Ojalá que hubiera traducciones a todas las lenguas para que esos escritos pudieran ser leídos y conocidos.
Todos desprecian al prodigioso, detestan una cabeza anciana sobre unos hombros jóvenes.
Una buena gran parte del arte del buen hablar consiste en saber mentir con gracia.
Las parábolas del Evangelio, si se miran así a la letra, ¿quién no dirá que son de algún hombre idiota?
De la diferencia nace la discordia, y de la discordia viene el apartamiento de la unidad.
Opónense a la razón dos antagonistas formidables: la cólera, que la tienen la sade de su imperio en el corazón, en los orígenes mismos de la vida, y la lubricidad, que extiende su preponderancia hasta más abajo de la región abdominal.
Nosotros llamamos Iglesia a los templos sagrados, a los sacerdotes y especialmente a la curia romana y en primer lugar a mí, que soy la cabeza de la Iglesia.
No hay ningún pueblo sobre el que menos valga la autoridad del sumo pontífice que los ingleses.
Solía Diógenes algunas veces irse a las estatuas y demandarles alguna cosa. Y como se maravillasen de esto los que lo veían, dijo: Hago esto para acostumbrarme a no moverme ni perturbarme si alguna vez demandare algo a los hombres y no lo alcanzare.
¿Qué sentido tiene, expuestos como estamos a tan gran número de males, echarse encima voluntariamente otro más, como si no tuviéramos bastante?
Según la definición de los estoicos, si la sabiduría no es sino guiarse por la razón y, por el contrario, la estulticia dejarse llevar por el arbitrio de las pasiones, Júpiter, para que la vida humana no fuese irremediablemente triste y severa, nos dio más inclinación a las pasiones que a la razón.
El placer no es placer cuando arrastra consigo una mala fama y una conciencia acusadora.
Que cada uno piense lo que quiera con tal de que hable bien o al menos guarde silencio. Ahora bien, el romano pontífice no puede ser censurado, ni siquiera por un concilio general.
Los oradores, cuando no bastan a defender la causa por justicia, se acogen a las voces, como el cojo al caballo.
¿Qué pueblo no ha sido en alguna ocasión responsable y víctima de una invasión territorial.
Las parábolas del Evangelio, si se miran así a la letra, ¿quién no dirá que son de algún hombre idiota?
Una buena parte de la prudencia consiste en conocer los necios apetitos y las absurdas opiniones del vulgo.
Pero tampoco los mismos reyes advertían suficientemente qué precedente introducían en contra de sí mismos: que en lo sucesivo estuviera permitido a un sacerdote romano deponer de su trono a aquel príncipe que hubiera incurrido en su odio.
Qué otra cosa es la vida de los mortales, sino una comedia en la que unos actores se disfrazan y ataviados con sus máscaras representan sus respectivos papeles hasta que el director de escena les ordena retirarse de las tablas.
La guerra no discute que esta o aquella ciudad deba obedecer a un buen príncipe antes que servir a un tirano, sino si se pone a nombre de Fernando o Segismundo, si paga el impuesto a Felipe o a Luis.
Con la cara más dura que una piedra, hemos depuesto todo pudor, abandonado todo sentido de la vergüenza e imitamos, igualamos, dejamos atrás a los paganos en avaricia, ambición, lujo, fasto, tiranía.
Agora comúnmente llaman traidor al que, defendiendo la libertad de la república, resiste a los apetitos de los príncipes, y a los que aconsejan al príncipe que sea tirano.
¿Para qué derriba con trabucos los lugares el que tiene las llaves del reino de los cielos?
Por el peculio de los sacerdotes el mundo entero se ve envuelto en guerras perniciosísimas.
Finalmente se llegó al extremo de introducir todo Aristóteles en el corazón de la teología y de forma tal que su autoridad es casi más venerable que la de Cristo.
Nosotros los revestimos con títulos espléndidos, aunque sean criminalísimos: a éste lo llamamos católico, a aquél serenisimo, a uno ilustrisimo, a otro augusto a todos los denominamos dilectos hijos.
A mí me criaron a sus pechos dos graciosísimas ninfas, la Ebriedad, hija de Baco, y la Ignorancia, hija de Pan.
Ojalá que el agricultor al arar cante algunos pasajes, que el tejedor repita algunos al usar la lanzadera, que con estos relatos alivie el viajero, la fatiga del camino y que sobre tales cosas versen las conversaciones, todas de todos los cristianos.
Otro le dio por injuria que era mestizo, porque su padre era de Atenas y su madre era bárbara. A éste respondió: Tampoco tú eres hijo de dos luchadores, en cambio eres luchador. Quiso decir que no va nada en que el hombre sea nacido donde quiera y de cualquiera, con tal de que sea bueno y virtuoso.
También decía que a Dios ninguna cosa le habemos de pedir señaladamente, salvo que debemos pedirle simplemente el bien. Y por esto yerran los que demandan a Dios mujer rica, hacienda, honra, reinos, vida luenga y así otras cosas. Parece que éstos señalan a Dios y le quieren mostrar lo que debe hacer, a Él, que sabe mejor lo que nos cumple que nosotros mismos.
Decía Sócrates que los dioses eran los mejores y más bienaventurados entre todas las cosas y que el hombre que a la semejanza de ellos se comportaba en el vivir, cuanto más era semejante, más bienaventurado y mejor era. Si como dijo dioses dijera Dios, no habría más que decir.
Nadie califica de prematuro el cuidado que se pone en la parte inferior del hombre. ¿Y por qué razón aquella parte superior por la cual nos cupo en suerte la denominación de hombre queda desatendida tan largo espacio de años?
Los hijos de los personajes más notables y renombrados suelen resultar calamitosos para la comunidad.
Y yo digo que ya está bien de palabras. Si no obedeces al punto, lanzaré contra ti el rayo de la excomunión con el que alguna vez aterroricé a los más altos reyes e incluso reinos enteros. ¿Ves la bula preparada ya al respecto?
Las leyes de Solón, por las cuales vedó que no se dijese mal ni de los muertos ni de los ausentes.
Viendo este filósofo a sus ciudadanos tan dados a los deleites y por otra parte edificar tan suntuosamente, dijo: Los Agrigentinos así se dan a los deleites como si mañana hubiesen de morir, y así edifican como si siempre hubiesen de vivir.
Déjalo, por favor. Todo eso es inútil; no te esfuerces en vano con éste.
Tú quizá sueñas todavía con aquella antigua Iglesia en la que tú en compañía de algunos famélicos obispos hacías de ponttífice completamente inútil, sometido a la pobreza, al sudor, a los peligros y a mil inconvenientes.
Un hombre le había injuriado malamente y no tomó pena ni se movió por ello, y como un amigo suyo se maravillase mucho, díjole: A mí no me dice mal, porque lo que dice no me compete a mí ni en mí se hallará. Al revés lo hace ahora el común de la gente que más se altera cuando no merece las injurias que se les dicen.
No hagas estima de ti por tu apersonamiento físico o los bienes que la fortuna te deparó, sino por tu prestancia moral o los bienes del alma.
Elogio de la locura es una sátira en llaga viva, en la que la misma locura se burla de la falsa religiosidad y otras ideas y sentimientos enfáticamente mantenidos por aquellos que en realidad los escarnecen: el amor, el patriotismo, la ciencia.
Un loco dice a veces grandes verdades, a menos que penséis que las mujeres forman una excepción en esta regla general.
La sabisuría hace crítica a los cultos falsos que manipulan el acercamiento a Dios; de las formas de vida ascéticas que no permiten disfrutar de la propia naturaleza.
Dice también, que la sabiduría, la honestidad son propias no de hombres falsos que, llamándose a ellos mismos sabios, manipulan la verdad con las palabras.
Frases de Erasmo de Róterdam cortas
El varón prudente y bueno todo lo pone en abreviar la plática.
En el país de los ciegos, el tuerto es el rey.
La paz más desventajosa es mejor que la guerra más justa.
La guerra solo es buena para aquellos que no la han experimentado.
La esencia de la felicidad consiste en que aceptes ser el que eres.
La filosofía es una meditación de la muerte.
Cada uno tira para sí, cada uno habla su lenguaje, no queriendo concertar con el otro.
Confundimos la propiedad con la administración.
Cuando el lenguaje era uno, éramos todos un cuerpo.
El colmo de la estupidez es aprender lo que luego hay que olvidar.
Si no se es filósofo, no se puede ser príncipe.
Dios ha creado al ser humano no para la guerra sino para la amistad.
La sabiduría de este mundo es la madre y raíz de todos los males.
Pues no hay cosa más desasosegada que el ánimo insatisfecho de sí mismo.
El dinero es la vida.
El vino no daña, pero el que bebe sin moderación se daña a sí mismo.
Si Cristo es una fábula, ¿por qué no somos sinceros y lo rechazamos?
Si lo que dices ni es necesario, ni provechoso, ni apacible, ¿para qué lo dices?
Vale más tener envidiosos que inspirar piedad.
La mujer es reconozcámoslo, un animal inepto y estúpido, aunque agradable y gracioso.
Moriré libre porque he vivido solo. Moriré solo porque he vivido libre.
El que conoce el arte de vivir consigo mismo ignora el aburrimiento.
Nosotros no somos la sede de Cristo, sino la sentina de Satanás.
El hombre inteligente no orina contra el viento.
Hace uno bien en alabarse a sí mismo, cuando no encuentra otro apologista.
Hay menos mal en un turco o judío sincero que en un cristiano hipócrita.
Para burlarte de los acreedores, tienes mil estratagemas.
La locura es el origen de las hazañas de todos los héroes.
El talento escondido no produce reputación.
Para el hombre dichoso todos los países son su patria.
Una infancia angelical se convierte en una vejez satánica.
Si prescindes del nombre y de la señal de la cruz, peleamos turcos contra turcos.
En el estudio no existe la saciedad.
De dos males, elige el menor.
No existe posesión de mayor precio que un amigo de veras.
Se ha de evitar que la deliberación degenere en alboroto.
Es propio de la naturaleza humana, que no haya ingenio alguno sin grandes defectos.
La verdadera alegría nace en la buena conciencia.
Más fácil es evocar un mal espíritu que librarse de él.
Los zorros usan muchos trucos. Los erizos, sólo uno. Pero es el mejor de todos.
La existencia más placentera consiste en no reflexionar nada.
Un sólo crimen convierte en un maldito.
Debe ser fiel, deforme y feroz cualidades del buen criado
Si no puedes hacer gala de un ánimo de príncipe, muestra al menos el de un comerciante.
La verdadera amistad llega cuando el silencio entre dos parece ameno.
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