Frases de Octavio Paz
Octavio paz fue un importante poeta, pero también ensayista, incluso diplomático, quien nació el 31 de marzo de 1914, en Ciudad de México, considerado no solo uno de los autores más influyentes de su país, sino del mundo.
Publicó obras como El laberinto de la soledad, Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, Piedra de sol, La rama, entre otros más hasta el día de su fallecimiento, el 18 de abril de 1998, y para recordarle, exponemos sus mejores frases.
Frases de Octavio Paz del amor
Amar es desnudarse de los nombres.
El amor es intensidad y por esto es una distensión del tiempo: estira los minutos y los alarga como siglos.
Un mundo nace cuando dos se besan.
El amor es escándalo, desorden, transgresión: el de dos astros que rompen la fatalidad de sus órbitas y se encuentran en la mitad del espacio.
El amor es elección; el erotismo una aceptación.
Amar: hacer de un alma un cuerpo, hacer de un cuerpo un alma, hacer un "tú" de una presencia.
El amor es una atracción hacia una persona única: a un cuerpo y a un alma.
El amor es un sentimiento que sólo puede nacer ante un ser libre, que puede darnos o retirarnos su presencia.
El amor no es eternidad; tampoco es el tiempo sucesivo… Es la percepción instantánea de todos los tiempos en uno solo, de todas las vidas en un instante.
En nuestro mundo, el amor es una experiencia casi inaccesible. Todo se opone a él: moral, clases, leyes, razas y los mismos enamorados.
El sexo es la raíz, el erotismo es el tallo y el amor es la flor. ¿Y el fruto? Los frutos del amor son intangibles.
Yo creo que la actitud del creador frente al lenguaje debe ser la actitud del enamorado. Una actitud de fidelidad, y, al mismo tiempo, de falta de respeto al objeto amado. Veneración y transgresión.
El amor es una prueba que a todos, a los felices y a los desgraciados, nos ennoblece.
La primera nota característica del amor es la exclusividad.
El amor está hecho de sueños y celo, de abandono y de exigencia.
Para reinventar el amor como pedía el poeta, tenemos que inventar de nuevo el hombre.
Amamos a un ser mortal como si fuese inmortal.
Al enamorarnos, escogemos nuestra fatalidad.
El amor es individual o, más exactamente, interpersonal: queremos únicamente a una persona y le pedimos a esa persona que nos quiera con el mismo afecto exclusivo.
El amor nace de un flechazo; la amistad del intercambio frecuente y prolongado. El amor es instantáneo; la amistad requiere tiempo.
El verdadero amor consiste precisamente en la transformación del apetito de posesión en entrega.
Entre el deseo y la realidad hay un punto de intersección: el amor.
El amor es una apuesta contra el tiempo y sus accidentes.
El tiempo del amor no es grande ni chico: es la percepción instantánea de todos los tiempos en uno solo, de todas las vidas en un instante. No nos libra de la muerte; pero nos hace verle la cara.
Amar es morir y revivir y remorir: es la vivacidad. Te quiero porque soy mortal y tú lo eres.
Frases de Octavio Paz inspiradoras
Todo es hoy. Todo está presente. Todo está, todo es aquí. Pero también todo está en otra parte y en otro tiempo. Fuera de sí y pleno de sí…
Tenemos que ser aire, sueño en libertad.
Amar es combatir, es abrir puertas, dejar de ser fantasma con un número a perpetua condenado por un amo sin rostro.
La luz es el tiempo que se piensa.
Hay que dormir con los ojos abiertos, hay que soñar con las manos… hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, troncos, ramas, pájaros, astros…
El amor no es un remedio físico, no es una vacuna: es un paradigma, un ideal de vida fundado en la libertad y en la entrega.
Así, lo verdaderamente asombroso es la continuidad de nuestra idea del amor, no sus cambios y variaciones. La pasión que los exalta o devora es la misma.
Aunque el amor sigue siendo el tema de los poetas y novelistas del siglo XX, está herido en su centro: la noción de persona.
La poesía nos hace tocar lo impalpable y escuchar la marea del silencio cubriendo un paisaje devastado por el insomnio.
Vivir bien exige morir bien. Tenemos que aprender a mirar de frente a la muerte.
Ninguno es la ausencia de nuestras miradas, la pausa de nuestra conversación, la reticencia de nuestro silencio.
Despertar a la historia significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al hacer.
Sin democracia, la libertad es una quimera.
Abolida la distancia entre el hombre y la cosa, nombrar es crear, e imaginar, nacer…
Quien ha visto la esperanza, no la olvida. La busca bajo todos los cielos y entre todos los hombres.
La contaminación no sólo infesta al aire, a los ríos y a los bosques, sino a las almas.
Defender la naturaleza es defender a los hombres.
La libertad no necesita alas, lo que necesita es echar raíces.
Escribo sin conocer el desenlace de los que escribo; busco entre líneas. Mi imagen es la lámpara encendida en mitad de la noche.
¿La libertad es una forma del destino? La libertad es la única forma de la fatalidad que el hombre soporta y resiste.
Las aguas heladas del cálculo egoísta: eso es la sociedad; por eso el amor y la poesía son marginales.
La irrealidad de lo mirado da realidad a la mirada.
Poemas de Octavio Paz cortos
Entre lo que veo y digo, entre lo que digo y callo, entre lo que callo y sueño, entre lo que sueño y olvido... la poesía.
Nada soy yo, cuerpo que flota, luz, oleaje; todo es del viento y el viento es aire siempre de viaje…
Tu nombre. Nace de mí, de mi sombra, amanece por mi piel, alba de luz somnolienta.
A través de la noche urbana de piedra y sequía entra el campo a mi cuarto.
Desembocamos al silencio en donde los silencios enmudecen.
La poesía se desliza entre el sí y el no; dice lo que callo, calla lo que digo.
Nombras el árbol, niña. Y el árbol crece, lento, alto deslumbramiento, hasta volvernos verde la mirada.
Quiso cantar, cantar para olvidar su vida verdadera de mentiras y recordar su mentirosa vida de verdades.
Reír como el mar ríe, el viento ríe, sin que la risa suene a vidrios rotos.
Llegas, silenciosa, secreta, y despiertas los furores, los goces, y esta angustia que enciende lo que toca.
El mundo cede y se desploma como metal al fuego.
Subes desde lo más hondo de mí, desde el centro innombrable de mi ser, ejército, marea.
Creces, tu sed me ahoga, expulsando, tiránica, aquello que no cede a tu espada frenética.
Golpean mi pecho tus fantasmas, despiertas a mi tacto, hielas mi frente, abres mis ojos.
Eres tan sólo un sueño, pero en ti sueña el mundo y su mudez habla con tus palabras.
Tus ojos son la patria del relámpago y de la lágrima, silencio que habla, tempestades sin viento, mar sin olas, pájaros presos, doradas fieras adormecidas, topacios impíos como la verdad...
Alcé la cara al cielo, inmensa piedra de gastadas letras: nada me revelaron las estrellas.
Abro los ojos: todavía estoy vivo en el centro de una herida todavía fresca.
Amor que pasa y pena fija, en mí combate en mí reposa, la hora pasa sin pasar, cuerpo de azogue y de ceniza.
El día es breve la hora inmensa, hora sin mí yo con su pena la hora pasa sin pasar, y en mí se fuga y se encadena.
En la puerta prohibida grabar el nombre de tu cuerpo hasta que la hoja de mi navaja sangre.
Lenguajes: árboles incandescentes de follajes de lluvias.
Frases de Octavio Paz de México
La resignación es una de nuestras virtudes populares. Más que el brillo de la victoria nos conmueve la entereza ante la adversidad.
Toda la historia de México, desde la Conquista hasta la Revolución, puede verse como una búsqueda de nosotros mismos, deformados o enmascarados, con instituciones extrañas y de una forma que nos exprese.
Nuestro culto a la muerte es culto a la vida, del mismo modo que el amor que es hambre de vida es anhelo de muerte.
El mexicano puede doblarse, humillarse, ‘agacharse’ pero no ‘rajarse', esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad.
Para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado.
Viejo o adolescente, criollo o mestizo, general, obrero o licenciado, el mexicano se me aparece como un ser que se encierra y se preserva: máscara el rostro y máscara la sonrisa.
La muerte mexicana es el espejo de la vida de los mexicanos. Ante ambas el mexicano se cierra, las ignora.
La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia ante la vida.
Ni el temple del pueblo mexicano es revolucionario ni lo son las condiciones históricas del país.
Los campesinos son cultos aunque sean analfabetos. Tienen un pasado, una tradición, unas imágenes.
El macho es el gran chingón. Una palabra resume la agresividad, impasibilidad, invulnerabilidad, uso descarnado de la violencia…
Nuestras ideas, asimismo, nunca han sido nuestras del todo, sino herencia o conquista de las engendradas por Europa.
La mexicanidad es una manera de no ser nosotros mismos, una reiterada manera de ser y vivir otra cosa.
El cristianismo condena al mundo; el indio sólo concibe la salvación personal como parte de la del Cosmos y de la sociedad.
Una reacción exagerada o excesiva delata, en cualquier organismo vivo, miedo e inseguridad; y la esclerosis no sólo es signo de vejez sino de incapacidad para cambiar.
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