Frases de San Francisco de Sales
Nació en el Castillo de Sales, Saboya (Francia) el 21 de agosto de 1567 y falleció en Lyon (Francia) el 28 de diciembre de 1622. Es considerado como un Santo por la Iglesia Católica, en sus años de vida fue un hombre bien preparado, tenía un título de Doctor de la Iglesia y llegó a ser obispos de Ginebra. Es el patrono de los escritores y periodistas.
Provenía de una familia noble, sus padres fueron Francisco de Sales de Boisy y Francisca de Sionnaz. Desde pequeño fue un gran seguidor de San Francisco de Asís inspirándolo a incluirse en el estilo de vida de la iglesia. Se dio a conocer gracias a su sencillez y conocimientos, en seguida te daremos a conocer sus frases más famosas:
Frases de San Francisco de Sales
Ten paciencia con todas las cosas, pero sobre todo contigo mismo.
La belleza, para ser agradable, debe ser ignorada.
No debemos corregir nunca dejándonos llevar por nuestros sentimientos, sino únicamente por nuestra.
Es una especie de obediencia muy agradable a los ojos de Dios no desear dispensas sin mucha necesidad.
Las riquezas son verdaderas espinos; ellas punzan con mil espinos al adquirirlas, con muchas inquietudes conservándolas, con muchas disgustos gastándolas, y con muchas pesares perdiéndolas.
Bienaventurados los corazones flexibles, porque no se romperán.
No puede ser sino vanidad, lo que no sirve para la eternidad.
En nosotros todo lo excusamos; en los prójimos, nada; queremos vender caro y comprar barato.
Nadie llega jamás a la inmortalidad sino por el camino de la aflicción, y he aquí un gran motivo de consuelo para todo en nuestras penas.
No saber mostrarse bueno con los malos es una prueba de que no es uno bueno del todo.
Ten paciencia con todas las cosas, pero sobre todo contigo mismo.
¡Terrible es la muerte! pero ¡cuán apetecible es también la vida del otro mundo, a la que Dios nos llama!
Reprender a los demás es muy fácil, pero es muy difícil mirarse bien a sí mismo.
La ciencia que sirve para hacernos orgullosos y que degenera en pedantería no vale más que para deshonrarnos.
La ciencia que sirve para hacernos orgullosos y que degenera en pedantería no vale más que para deshonrarnos.
Las mismas miserias de la vida se convierten en delicias celestiales si sabemos encontrar en ellas el placer de cumplir la voluntad de Dios.
Antes de juzgar al prójimo pongámoslo a él en nuestro lugar y a nosotros en el suyo, y a buen seguro que será entonces juicio recto y caritativo.
La prueba de un predicador es cuando su congregación no sale diciendo qué sermón más bonito, sino haré algo.
Se aprende a hablar, hablando. A estudiar, estudiando. A trabajar, trabajando. De igual forma se aprende a amar, amando.
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